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lunes, 27 de junio de 2016

La bipolaridad en la infancia



Este es un tema de mucha discusión y controversia, ya que hablar de un trastorno de esta naturaleza (una enfermedad mental) en la infancia crea mucha confusión y miedo. Sin embargo, cuando observamos conductas erráticas en nuestros hijos no debemos quedarnos pasivos, debemos buscar las razones, pero sobre todo buscar soluciones.

Niños y adolescentes han sido frecuentemente mal diagnosticados con otras condiciones psiquiátricas como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad o trastornos de la conducta, o peor aún, padres han sido culpados por el mal comportamiento de su hijo o hija, interpretando dichas manifestaciones conductuales como “malacrianzas no corregidas”.


Sin embargo, gracias a recientes estudios desarrollados a través de los años, se puede hablar ya de que sí es posible que niños y adolescentes debuten con este trastorno a cualquier edad, hasta en la temprana infancia. Lo positivo de esto es que un buen diagnóstico a tiempo se traduce también en un buen tratamiento a tiempo.

Lamentablemente, en adultos se sabe, por las estadísticas y la literatura al respecto, que el promedio para obtener un diagnostico acertado de esta enfermedad es de aproximadamente 10 años. En este período y mientras se busca la respuesta, la persona y la familia pasan por muchas situaciones desagradables y tristes, se afecta el entorno, por lo que mientras más rápido la familia y la persona lleguen a la conciencia de la enfermedad, mejor pronóstico en cuanto a calidad de vida tendrán.

En los niños no será diferente. En la medida en que los padres acepten que sus conductas tan erráticas señalan que pasa algo y emprendan la búsqueda a las soluciones se estarán ahorrando tiempo de confusión, miedo y sufrimiento.

El trastorno bipolar es una enfermedad del sistema nervioso que afecta a niños y adultos. Los cambios en el funcionamiento del cerebro y un desbalance químico en el cerebro causan la enfermedad, que en sus momentos da pie a emociones, pensamientos y comportamientos inapropiados.

En niños,   primero es notado cuando comienzan a tener pobre rendimiento escolar, falta de atención, depresión o problemas conductuales. Aparte de los cambios de humor de la alegría a la tristeza muy marcados e intensos, debemos estar atentos a las siguientes emociones y sus intensidades y duración:

Rabia, ansiedad, evitación, bravuconadas, audacia, estado de éxtasis, miedos, idealizaciones, irritabilidad, celos, pánico, resentimiento, timidez. Todas estas son conductas y emociones que todo ser humano puede sentir en un momento dado y apropiado, sin embargo, la intensidad y los contextos donde se produzcan nos indicarán qué tan apropiadas o no son.
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