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miércoles, 7 de octubre de 2009

Nanopartículas Para Atacar el Cáncer.


Una técnica destinada a atacar tumores con nanopartículas de óxido de hierro es desarrollada por científicos del Instituto del Cáncer del University College de Londres.

A diferencia de lo que ocurre con los tratamientos convencionales, las nanopartículas pueden dirigirse a las células afectadas, bien sea utilizando imanes externos o ligándolas a agentes biológicos que buscan los tumores como los anticuerpos.

Una vez que llegan al tumor, pueden calentarse hasta 6° por encima de la temperatura normal del organismo y matar las células inmediatamente próximas sin que se vea afectado el tejido sano. El calentamiento se consigue mediante un campo magnético alterno generado por una máquina conocida por las siglas de Mach, que significan Hipertermia de Corriente Alterna Magnética. Los científicos trabajan en tres estrategias para guiar a las nanopartículas hasta los tumores.

Una de ellas consiste en vincularlas a células troncales de la médula ósea, que han demostrado que tienen una gran afinidad con el cáncer de pulmón. Otra estrategia se basa en el empleo de fragmentos de anticuerpos para transportar las partículas hasta el tumor; y la tercera utiliza imanes externos para ese fin.

Dedicarán los próximos tres años a estudiar esas técnicas con animales y luego comenzarán los ensayos en pacientes humanos. Gen defectuoso En cerca de la mitad de los casos de cáncer de mama existe un gen defectuoso que podría estar relacionado con la aparición de la enfermedad.

Se llama NRG1 y actúa como freno para las células cancerígenas cuando funciona correctamente, pero cuando está dañado permite que se multipliquen y formen tumores, indicó Paul Edwards, del departamento de Patología de la Universidad de Cambridge.

Los daños en el NRG1 también podrían estar implicados en la mitad de los casos de cáncer de próstata y de colon, así como en 25% de los cánceres de ovarios y de vesícula. El avance es tan importante como el descubrimiento del P53, un gen del que se demostró en los años ochenta que estaba implicado en el desarrollo de varios tipos de cáncer.
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