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miércoles, 9 de julio de 2008

SAPOS EN AGUA HIRVIENDO


¿Quién sobrevive: un régimen abusivo o sus ciudadanos, objeto de sus abusos?
Cuando se mete un sapo al agua hirviendo, éste salta enseguida y se salva. Pero si se mete en una olla de agua fresca y lentamente se le sube la temperatura, el sapo no percibe los cambios y muere cocinado a fuego lento, sin apenas darse cuenta.
Muchos usan el ejemplo del sapo para comparar la situación de personas independientes que intentan convivir con un autoritarismo que se apodera paulatinamente de todos los resortes del poder, cercenando libertades, multiplicando abusos y limitando poco a poco cuanto signifique libertad individual.
La analogía pasa por alto las destrezas y recursos de un ser humano de firmes principios para sobrevivir incluso frente a los regímenes más absolutos. Pero la misma analogía cobra su mayor validez cuando se le lleva a una escala mayor: a la moderna civilización globalizada. Régimen despótico

En el mundo actual un régimen despótico se parece al propio sapo. Al comienzo la comunidad internacional le acepta, luego se le otorga el beneficio de la duda, pero a medida que va cometiendo desmanes y revelando su verdadera naturaleza e intenciones internas y externas, la comunidad internacional -cada país a su modo- comienza a reaccionar, y a subir la temperatura del entorno.
A veces dichos regímenes tienen amplios recursos materiales para resistir un tiempo el recalentamiento de las aguas en su entorno. Con frecuencia sus líderes se ilusionan porque -a medida que prodigan recursos- les adhiere un entorno de mariachis externos, que luego serán los primeros en abandonarlos cuando llegue a grados de extremo calor.
Las dictaduras, anacronismos inadaptados y disfuncionales dentro del mundo moderno, chocan con la realidad actual de la humanidad, que a la larga las cuece con mayor o menor velocidad. La historia, como los molinos de Dios muele despacio, muy despacio, pero fino, muy fino. Caníbal

Algunos, como el caníbal Mugabe, el ermitaño régimen de Corea del Norte, y la fosilizada oligarquía cubana, perviven como curiosidades dentro del aislamiento debido a su relativa intrascendencia global, y a su disposición al más feroz ensañamiento contra sus súbditos. Otros, más faramalleros, imprudentes y descarados en su "performance" internacional aceleran su propio desenlace fatal.
¿Quién sobrevive: un régimen abusivo o sus propios ciudadanos, objeto de sus abusos? Los que adentro resisten tienen siempre la esperanza cierta del éxito eventual. Para los tiranos -cual sapos en agua hirviendo -no hay esperanza.
Antonio A. Herrera-Vaillant

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