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miércoles, 9 de julio de 2008

PIDAN LA ESPADA

¿Cómo se le ocurrió a Chávez regalarle una réplica de la espada de Bolívar a Mugabe?
Robert Mugabe gobierna Zimbabue desde hace casi 30 años. Hoy octogenario y desesperado por la popularidad de sus opositores, ha decidido llevar su reiterada conducta dictatorial a niveles tan absurdos e inocultables que ha generado una vigorosa condena internacional. No se le ha ocurrido nada mejor que utilizar la violencia para sacar de la carrera a sus contrincantes políticos y llevar a la gente a votar literalmente a palo limpio. Mugabe es así desde hace rato, eso no es un secreto. La pregunta obligada entonces es ¿cómo se le ocurrió a Chávez regalarle nada menos que una réplica de la espada de Bolívar?, además lo hizo ayer (en el 2006) y con la solemnidad de un acto protocolar en Miraflores. El lenguaje de los símbolos es perdurable y la susodicha réplica en esas manos habla solita de quien dispuso de ella sin consulta y sin criterio. A no dudarlo esta es una torpeza política que el Presidente llevará a cuestas para siempre como el hombre del bacalao. Me uno entonces desde esta tribuna a las voces de Ely Bravo, Paulina Gamus y muchos otros que públicamente han pedido que se hagan gestiones internacionales para lograr el retorno de esa réplica a nuestro país. Quizás no se logre el objetivo pero el solo hecho de pedirla de vuelta al menos implicaría un gesto que encierra cierto desagravio hacia el Libertador tan venerado por esta revolución.
Sobre el mismo tema salta de bulto otra pregunta cuya respuesta tiene especial trascendencia para Venezuela en estos tiempos. ¿Por qué a medida que pasan los años los dictadores se aferran cada vez más al poder hasta llegar a extremos como el de Mugabe? Obviamente al principio de las revoluciones es por ese deseo de salvar la patria y asumirse como el único capaz de generar felicidad para el pueblo. Como decía el maestro Luis Sanojo, "cada uno de ellos se cree con mas valor e inteligencia que sus predecesores y llamado a salvar la patria, cada uno se juzga héroe predestinado a llevar sobre sus hombros la gloria y la suerte de la posteridad". Pero luego esta vocación heroica a la hora de los desengaños revolucionarios muta en un inmenso miedo y el poder dejar de ser un afán altruista para convertirse en una necesidad en defensa propia para enfrentar a un pueblo desagradecido y arrepentido que deslegitima a su otrora salvador.
JMR

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