El silencio es esa capacidad saludable que también va de la mano de la paciencia para saber callar, y así, ser capaces de escuchar a los demás y, a su vez, de encontrar un espacio donde hablar con nosotros mismos en calma desactivando el rumor de nuestro entorno.
Ahora bien, guardar silencio no es doblegarse, no es esconder una opinión por temor a las consecuencias. Se trata más bien de callar ante lo que no vale la pena, y guardar silencio cuando las emociones hablan.
Tanto la paciencia como el silencio son dos elementos clave de nuestro desarrollo personal, y por ello, te invitamos a que reflexiones sobre estos aspectos tan esenciales de nuestro día a día.
Podríamos decir que tanto el silencio como la paciencia son dos caras de una misma moneda, una moneda sabia y de raíces muy antiguas.
Dicen que la paciencia es “santa” pero en realidad es un arte que se adquiere con el tiempo, a base de alguna decepción, a base de ese aprendizaje que la vida nos enseña a la fuerza y no a través de los manuales.
-Ser paciente requiere, por encima de todo, no claudicar, no rendirnos. Si algo no ocurre tal y como nosotros deseamos, no debemos abandonar dicho propósito, porque la paciencia es también calma y confianza.
-Las personas pacientes saben observar, piensan en silencio, atienden a su alrededor y desarrollan su intuición para descubrir cuál es la mejor oportunidad para actuar.
-Quien no es capaz de apartar el ruido externo, los pensamientos negativos y las opiniones derrotistas de otras personas y de sí mismo, jamás llegará a su objetivo.
-Porque ser paciente requiere también tener esa sabiduría que sabe qué evitar y qué caminos seguir.
Si tenemos un sueño, no debemos dejar que otros nos lo apaguen con su fatalismo y con frases como “deja de pensar en eso porque tu tren ya ha pasado”.
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