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domingo, 12 de julio de 2020

Reflexión: Los dictadores, los procesos sociales y psicológicos

Los peores dictadores del mundo en la actualidad | Rankeamos

Los tiempos de descontento social siempre han sido el lugar de alimentación de los dictadores. Los períodos de depresión económica, el caos político o social brindan a los dictadores la oportunidad de aparecer como salvadores y, cuando las condiciones lo permiten, tomar el poder mediante un golpe de estado u otro medio.

Sus gritos de patriotismo y justicia son justo lo que la población quiere escuchar. La aceptación incuestionable de la retórica de un dictador está enraizada en el sesgo más generalizado de la humanidad: el sesgo de confirmación.

Son especialmente buenos para atacar a las personas social y económicamente vulnerables: aquellos que no siempre están muy bien educados o informados y, como tales, a menudo se sienten confundidos e inseguros. 

Cualquiera que sea el error social, los dictadores son expertos en incitar a la culpa y en el chivo expiatorio. Desempeñan el mecanismo de defensa primitivo de "división", posicionando problemas en términos de grupos internos y externos, magnificando las amenazas externas y avivando una paranoia colectiva.

Aprenden rápidamente el valor del adoctrinamiento. Para mantener su poder, buscan controlar la información, idealmente centralizando todos los medios de comunicación.

Sufren de niveles extraordinariamente altos de narcisismo, psicopatía y paranoia. Tienen un sentido inflado de importancia personal y se sienten con derecho a la admiración de los demás. Una falta inherente de empatía, culpa o remordimiento permite a los más malignos cometer atrocidades indescriptibles.

Una democracia saludable encuentra el equilibrio en una población capaz de escuchar diferentes puntos de vista y manejar ambigüedades. También implica una población votante que está bien informada, movilizada y comprometida, no del tipo de personas que creen que votar es asunto de otra persona. Para evitar que los dictadores salgan a la luz se requiere una población que se preocupe por la libertad y se responsabilice de ella.

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