Nuestros mayores tienen mucho que contarnos y el diseñador francés Arnaud Deloustal se ha decidido a no dejar escapar sus historias y valiosos conocimientos. Es por eso que ha diseñado un robot llamado Oboe, que a pesar de su aspecto abúlico, es capaz de almacenar en la bola mágica que sostiene, toda la información que los abuelos quieren transmitir. Para que perdure al cabo de los años.
Aunque la iniciativa es francamente buena, sigue siendo una lástima que los mayores no tengan la oportunidad de explicar de viva voz a sus nietos, aquellas historias dignas de pasar de generación en generación. Quizás por eso, los japoneses ya están tomando medidas para paliar la soledad, distribuyendo a
Paro, un robot foca que ha cosechado éxitos alrededor del mundo.
Se supone que las historias contadas se registrarán oralmente en el dispositivo esférico, que Oboe sostiene en su mano. Al cabo de los años, cualquiera de sus descendientes podrá recuperar las batallitas del abuelo, y quién sabe, si encontrar un remedio casero para su pertinaz resfriado. Pero como la mayoría de robots, el Oboe todavía está en el taller del ingenioso Deloustal, a la espera de que alguien decida comercializarlo.
Nuestros mayores tienen mucho que contarnos y el diseñador francés Arnaud Deloustal se ha decidido a no dejar escapar sus historias y valiosos conocimientos. Es por eso que ha diseñado un robot llamado Oboe, que a pesar de su aspecto abúlico, es capaz de almacenar en la bola mágica que sostiene, toda la información que los abuelos quieren transmitir. Para que perdure al cabo de los años.
Aunque la iniciativa es francamente buena, sigue siendo una lástima que los mayores no tengan la oportunidad de explicar de viva voz a sus nietos, aquellas historias dignas de pasar de generación en generación. Quizás por eso, los japoneses ya están tomando medidas para paliar la soledad, distribuyendo a Paro, un robot foca que ha cosechado éxitos alrededor del mundo.
Se supone que las historias contadas se registrarán oralmente en el dispositivo esférico, que Oboe sostiene en su mano. Al cabo de los años, cualquiera de sus descendientes podrá recuperar las batallitas del abuelo, y quién sabe, si encontrar un remedio casero para su pertinaz resfriado. Pero como la mayoría de robots, el Oboe todavía está en el taller del ingenioso Deloustal, a la espera de que alguien decida comercializarlo.
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