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lunes, 25 de agosto de 2008

( CALIDAD DE VIDA ) SI SE ROMPE LA REPRESA...NO QUEDA MÁS QUE NADAR.

"Si no somos lo suficientemente flexibles y adaptables, si no podemos conservar la calma y el control de nosotros mismos, los acontecimientos imprevistos desatarán nuestra incertidumbre, convirtiéndonos en parte del problema"
Muchas veces he pensado que la vida es como una caja de Pandora, de la cual surgen miles de situaciones diferentes, sin aparente lógica y sin previo aviso, que, sin importar lo que tengamos planificado, hacen que todo cambie de un momento a otro. Me refiero a las situaciones inesperadas, aquellas que se presentan sorpresivamente y que, en la mayoría de los casos, nos desconciertan, nos atemorizan y hasta nos desequilibran haciendo que perdamos, temporalmente, la seguridad y el ánimo que sentíamos.
Si no somos lo suficientemente flexibles y adaptables, si no podemos conservar la calma y el control de nosotros mismos, estos acontecimientos imprevistos desatarán nuestro descontrol e incertidumbre personal, convirtiéndonos en parte del problema.
Hace unos días viví una situación inesperada, el avión en el que viajaba tuvo una falla en pleno vuelo… cuando el capitán nos informó su decisión de retornar al aeropuerto de donde acabábamos de despegar, el miedo, la inseguridad y la necesidad de conectarnos con La Divinidad se volvió una reacción colectiva. Lo cierto es que fueron minutos difíciles, en los cuales tuvimos la posibilidad de poner en práctica todas las herramientas de que disponíamos para mantener la calma y la confianza, pues lo demás no estaba en nuestras manos.
El capitán nos transmitió confianza al decirnos que la situación estaba bajo control y que habría un pequeño procedimiento de emergencia para recibirnos en el aeropuerto. El final fue feliz, porque aterrizamos sin ninguna novedad.
A pesar de que en el tiempo de espera que pasamos en el aeropuerto muchos de los pasajeros se lamentaban de lo sucedido… la situación hizo que, en general, se mostraran amistosos, solidarios e interesados en brindar su apoyo incondicional para resolver la situación entre todos.
Yo sé que no es fácil enfrentar lo inesperado, y mucho más cuando se presenta de una forma difícil y peligrosa, pero en lugar de permitir que el miedo a lo desconocido nos arrope y paralice, deberíamos hacer uso de toda nuestra fortaleza interior para mantener la calma, la confianza en las personas que están a cargo -también en La Divinidad- y la claridad que necesitamos para actuar de la mejor manera. Y cuando todo haya terminado, en lugar de quedarnos pegados en el pasado, recordando lo sucedido, deberíamos, con nuestra voluntad, ubicarnos en el presente para sentirnos agradecidos porque estamos bien, porque salimos airosos, porque lo resolvimos, porque ya pasó… y, lo más importante, porque tuvimos y seguimos teniendo la oportunidad de aprender y crecer con cada nueva experiencia de vida.
Evitemos hacer un drama de las experiencias difíciles que hayamos tenido en algún momento de la vida, venzamos el hábito negativo de imaginar todo lo terrible que pudo haber sucedido… y más bien, resaltemos todas las cosas buenas que ocurren a nuestro alrededor, o como consecuencia de esa situación, sin permitirle a nada y a nadie que nos robe la posibilidad de disfrutar de cada momento como si fuese nuevo, mejor y muy especial. ¡Vivamos la vida con valor, fe, confianza y pasión!

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